La forma del testamento ológrafo.

Supuesto de hecho: 

Don Francisco Martín Muñoz encontró en su residencia de verano la primera carta que le escribió su difunta esposa cuando todavía acababan de conocerse:

“Cartagena, a 10 de noviembre de 1981

Querido Paco he recibido la tuya la que me ha servido de mucho placer y en un tanto me ha consolado de la grande tristeza que tengo, dos dias ace que estoy separada de ti y se me han hecho dos siglos no acierto á salir á ningun lado ni puedo hacer nada, todo me sienta mal, con nada estoy contenta ni agusto, solo con estar a tu lado querido Paco, es tanto lo que me acuerdo de ti que todo el dia me lo paso llorando particularmente desde las dos de la tarde en adelante y desde las siete hasta las diez. A esta llegamos todos mal y particularmente yo, lo que nunca me ha sucedido me mareado y todo el camino vine con una fuerte calentura ya la tenía cuando me despedí de ti á causa del disgusto que me ha causado el separarme de tu lado. Me dices que me olvide de lo que nos dijo aquella biejecita lo tengo muy presente, nunca se me olvidará por que estoy en la persuación de que se realizará por que te quiero mucho y tengo confianza en tí, que creo no me olvidarás como yo tampoco te olvido ni te olvidaré. No se me aparta del pensamiento los paseos que dábamos hasta el ayuntamiento y la noche que fuimos a la playa, noche fatal, noche de despedida y de desconsuelo para mí, el separarme de tu lado; cuando recibí tu carta estábamos concluyendo de comer, ay te mando un mimito, acte cuenta que le tomamos a medias como todo. Sagrario me encarga te dé sus recuerdos y que se alcuerda mucho de ti. Adiós querido Paco, no te olvide ésta que te quiere mucho, muchísimo, pero muchísimo.

Beatrice”

Y en el interior del sobre donde se hallaba encontró además un manuscrito que decía:

“Cartagena, a 24 de octubre de 2015

Martinico de mi vida: en esta primera carta de novios va mi testamento, todo para tí, todo, para que me quieras siempre y no dudes del cariño de tu Beatrice.

Beatrice”

Realizado por: D. Adrián Arrébola Blanco. Profesor Ayudante Doctor de Derecho Civil. Universidad Complutense de Madrid.